La sala de clases era vieja, estrecha, de materiales ligeros. Afuera, un oxidado cartel decía -bajo la custodia del escudo nacional-"Escuela Básica".
Gloria llevaba años haciendo clases en ese lugar. Como a casi la totalidad de sus cercanos, el trabajo era más bien un tedio que una motivación. Y como no, si tenía que lidiar con "rebeldes sin causa". Rebeldes sí, lo de la causa era bien cuestionable.
Una gris mañana de invierno -que le hizo recordar los primeros años de la dictadura- entró a la escuela y saludó con una seña al portero. Un minuto antes de la campanada que daba inicio a una nueva jornada, Gloria dio la media vuelta. Y se fue con el sol, antes de que muriese la tarde.
De vez en cuando algún escolar piensa -al pasar- en la extraña belleza de la mujer que ha visto en cajas de leche, cuentas de luz y en los avisos del metro.
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