Uno de estos días, en los que el tiempo se evapora con velocidad, en un estacionamiento mal iluminado estiré el dedo y pulsé "band".
Al principio sonaba mal, se escuchaban misas, credos, indios de mentira que esperaban pacientes en la "radio Cola-Colo". Pero no caí en la tentación -poniéndose a tono con estos días santos- de seleccionar scan. Así, de a poco los números fueron ascendiendo por el 800 de la amplitud modulada.
Un chirrido, un canto evangélico, un comercial que señalaba la elegancia de zapatos Pollini que sólo podría encontrar en las mejores tiendas del país. Después la Asociación Nacional de Padres y Apoderados (o algo por el estilo) señaló que la edad óptima para enviar a "su hijo al jardín" son los tres años. Y que el colegio no reemplaza a los padres. Ese es un buen punto. Había llegado, sin quererlo a la radio Santiago.
Recuerdo que uno de los recuerdos utilizados para rellenar tardes de domingo en familia era el programa de esa radio donde un locutor aseveraba estar frente a Jesús (el de Nazareth). Y aún persiste la radio, con avisos de SOQUIMICH y música tan antigüa que no entra en las programaciones de la banda FM.
El sonido distante, el zumbido lejano, la voz grave de un locutor. Occhi di ragazza, Ani de Leonardo Favio y un par de canciones que me sabía sin saberlo acompañaron una decena de kilómetros rumbo a la provincia.
Los estacionamientos oscuros, el escaso sueño, los días ajetreados y las mil labores por hacer parecen desaparecer cuando, por obra y magia del parlante de un auto, es posible sentirse en otra época donde alguien cortó una flor (y llovía y llovía).
Al principio sonaba mal, se escuchaban misas, credos, indios de mentira que esperaban pacientes en la "radio Cola-Colo". Pero no caí en la tentación -poniéndose a tono con estos días santos- de seleccionar scan. Así, de a poco los números fueron ascendiendo por el 800 de la amplitud modulada.
Un chirrido, un canto evangélico, un comercial que señalaba la elegancia de zapatos Pollini que sólo podría encontrar en las mejores tiendas del país. Después la Asociación Nacional de Padres y Apoderados (o algo por el estilo) señaló que la edad óptima para enviar a "su hijo al jardín" son los tres años. Y que el colegio no reemplaza a los padres. Ese es un buen punto. Había llegado, sin quererlo a la radio Santiago.
Recuerdo que uno de los recuerdos utilizados para rellenar tardes de domingo en familia era el programa de esa radio donde un locutor aseveraba estar frente a Jesús (el de Nazareth). Y aún persiste la radio, con avisos de SOQUIMICH y música tan antigüa que no entra en las programaciones de la banda FM.
El sonido distante, el zumbido lejano, la voz grave de un locutor. Occhi di ragazza, Ani de Leonardo Favio y un par de canciones que me sabía sin saberlo acompañaron una decena de kilómetros rumbo a la provincia.
Los estacionamientos oscuros, el escaso sueño, los días ajetreados y las mil labores por hacer parecen desaparecer cuando, por obra y magia del parlante de un auto, es posible sentirse en otra época donde alguien cortó una flor (y llovía y llovía).
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