Danza contemporánea interpretada por el Ballet Nacional Chileno. Equilibrios dinámicos entre fuerza y sensibilidad por cortesía del BANCH. Bailarines descalzos, decenas de premios, toallas en el suelo y elevadas dosis de rigor se esconden tras una silente puerta del octavo piso de Compañía 1264.
Octavo piso de la Facultad de Artes, centro, Compañía (de Jesús). Una decena de estudiantes sube al elevador, mientras alguien silba una canción de los Fabulosos Cadillacs. Tras un lento peregrinar por los pisos del edificio, el ascensor se detiene en la última parada.
Son las 14 horas de un martes de abril. La puerta se abre. A lo lejos se escucha un piano y el vozarrón de una mujer. Un recibidor lleno de diplomas, galvanos y reconocimientos antecede la sala de ensayo donde una veintena de bailarines descalzos elongan, observan, escuchan la grabación de piano que sale por los parlantes. Están esperando su turno para entrar al montaje. El lugar es luminoso y posee una privilegiada panorámica a las pálidas construcciones del centro. Bajo las persianas descansan mochilas, botellas de agua y un par de toallas.
Secundado por un gran espejo está sentado un hombre alto, vestido de buzo y con calcetines blancos. Es el coach o catalizador de la compañía, institucionalmente conocido como director artístico del Ballet Nacional Chileno (BANCH), compañía de danza contemporánea fundada en 1945. Es Gigi Caciuleanu, el coreógrafo errante rumano-francés, quien asiente con prudencia y realiza meticulosas observaciones al equipo.
Juan Carlos Ahumada tiene 46 años. Salió del colegio en 1983 y se decidió a estudiar danza. La independencia económica fue vital para tomar esta decisión en años donde ser bailarín era totalmente extraño. “En mi familia me miraron con extrañeza, pero no provocó mayor conflicto. Aparte de un silencio sepulcral, nada más”, dice con humor. Sus compañeros están en la pausa y dos bailarinas ensayan brincando de izquierda a derecha.
En la sala de ensayo descansa Rita Rossi, bailarina italiana que llegó hace dos años y a medio a Chile. Cursó estudios en Roma y París, hasta que audicionó y quedó seleccionada para integrarse al BANCH. En sus años europeos de Chile sólo conocía conceptos como Pinochet, Allende, dictadura, Isla de Pascua y el cobre. Reconoce con alegría que lo que más le sorprendió es como quieren en Chile al amigo cuando es forastero.
Los bailarines trabajan de lunes a viernes. El día comienza a las 9.30 de la mañana, continúa con una clase, ejercicios, una pausa de 30 minutos y ensayo hasta las 17 horas. Son aproximadamente 20 intérpretes. Mitad de hombres, mitad de mujeres.
“¿Quieres un té?, ¿una ensalada de frutas?” pregunta atento el director artístico del BANCH, quien sostiene que pertenecer al ballet implica “mucho rigor y al mismo tiempo mucha libertad en una relación directamente proporcional”. Caciuleanu enmarca la labor del artista en ser original, tener fuerza y sensibilidad. Siempre buscando el equilibrio dinámico entres estas dos cosas. Nada de tareas fáciles.
Al cerrar la puerta un conjunto de bronces se escucha desde el noveno piso. El sonido de trompetas y saxofones en afinación parecen preceder una película de Hollywood. Es abril y las lluvias mil permanecen ausentes.
(Publicado en revista Bello Público de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, abril de 2009)
Octavo piso de la Facultad de Artes, centro, Compañía (de Jesús). Una decena de estudiantes sube al elevador, mientras alguien silba una canción de los Fabulosos Cadillacs. Tras un lento peregrinar por los pisos del edificio, el ascensor se detiene en la última parada.
Son las 14 horas de un martes de abril. La puerta se abre. A lo lejos se escucha un piano y el vozarrón de una mujer. Un recibidor lleno de diplomas, galvanos y reconocimientos antecede la sala de ensayo donde una veintena de bailarines descalzos elongan, observan, escuchan la grabación de piano que sale por los parlantes. Están esperando su turno para entrar al montaje. El lugar es luminoso y posee una privilegiada panorámica a las pálidas construcciones del centro. Bajo las persianas descansan mochilas, botellas de agua y un par de toallas.
Secundado por un gran espejo está sentado un hombre alto, vestido de buzo y con calcetines blancos. Es el coach o catalizador de la compañía, institucionalmente conocido como director artístico del Ballet Nacional Chileno (BANCH), compañía de danza contemporánea fundada en 1945. Es Gigi Caciuleanu, el coreógrafo errante rumano-francés, quien asiente con prudencia y realiza meticulosas observaciones al equipo.
Juan Carlos Ahumada tiene 46 años. Salió del colegio en 1983 y se decidió a estudiar danza. La independencia económica fue vital para tomar esta decisión en años donde ser bailarín era totalmente extraño. “En mi familia me miraron con extrañeza, pero no provocó mayor conflicto. Aparte de un silencio sepulcral, nada más”, dice con humor. Sus compañeros están en la pausa y dos bailarinas ensayan brincando de izquierda a derecha.
En la sala de ensayo descansa Rita Rossi, bailarina italiana que llegó hace dos años y a medio a Chile. Cursó estudios en Roma y París, hasta que audicionó y quedó seleccionada para integrarse al BANCH. En sus años europeos de Chile sólo conocía conceptos como Pinochet, Allende, dictadura, Isla de Pascua y el cobre. Reconoce con alegría que lo que más le sorprendió es como quieren en Chile al amigo cuando es forastero.
Los bailarines trabajan de lunes a viernes. El día comienza a las 9.30 de la mañana, continúa con una clase, ejercicios, una pausa de 30 minutos y ensayo hasta las 17 horas. Son aproximadamente 20 intérpretes. Mitad de hombres, mitad de mujeres.
“¿Quieres un té?, ¿una ensalada de frutas?” pregunta atento el director artístico del BANCH, quien sostiene que pertenecer al ballet implica “mucho rigor y al mismo tiempo mucha libertad en una relación directamente proporcional”. Caciuleanu enmarca la labor del artista en ser original, tener fuerza y sensibilidad. Siempre buscando el equilibrio dinámico entres estas dos cosas. Nada de tareas fáciles.
Al cerrar la puerta un conjunto de bronces se escucha desde el noveno piso. El sonido de trompetas y saxofones en afinación parecen preceder una película de Hollywood. Es abril y las lluvias mil permanecen ausentes.
(Publicado en revista Bello Público de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, abril de 2009)
1 comentario:
Gigi Caciuleanu es como Gigi el Amoroso.
O como Gigi Martin.
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