miércoles, 19 de diciembre de 2012

Daniel Muñoz: “La espontaneidad del pueblo es una cosa que no me deja de asombrar”



Vino de provincia. Ha sido malo, infiel, huaso, padre ochentero y ladrón de taxis. Pero nada es el azar, un riguroso ojo escoge con pinzas los personajes a representar para el respetable. He aquí un picao' a roto chileno, un cuequero que firuletea  al tañar el pandero y que a alaridos vocifera la memoria del pueblo. Del septiembre "ochentero" que se avecina, de su vida en la "Chile" y otras tonadas nos hablará este músico y actor, este tejedor de historias.  

 

Por Nicolás Rojas y Erick Valenzuela
Revista Bello Público, Universidad de Chile (2009)



Yo vengo de San Fernando




¿Qué recuerdos tienes de tus inicios en la vida universitaria? 

Mi familia es y era humilde, y no tuvo mayor problema con mi decisión, es más, me apoyó, porque a mí desde el colegio me gustaba esto. Tengo recuerdos muy gratos. Debido a que soy de provincia, había viajado muy pocas veces a Santiago y llegué como una "Carmela", incluso mi mamá me tuvo que acompañar el primer día, porque  tenía mucha vergüenza. Le dije que se mantuviera a una cuadra de distancia  ya que me daba "plancha" entrar a la escuela de teatro de la Universidad de Chile, del brazo de mi mamá. Pero era una tontera.


La escuela en esa época, estaba bien de capa caída, "la Chile" estaba al borde de cerrarse. Era un reducto muy pequeño, el edificio estaba en Amunátegui con Compañía y después del terremoto del 85' hubo que dejarlo. Estuvimos itinerando, un par de años por distintos lados.



¿Eras muy tímido en la universidad? 


Muchísimo, eso me tenía bien complicado, era tan tímido que prefería subir a una liebre y mirar por la ventana hacia donde iba, antes que preguntarle al chofer. Me daba mucha vergüenza hacer preguntas, de hecho pasé un año entero perdiéndome en Santiago. Incluso cuando llegué a la escuela de teatro me di cuenta después de un mes que también tenía una compañera de San Fernando y que vivía a pocas cuadras mías.  
 

Mi gran traba fue mi personalidad,  estuve apunto de renunciar y quedar pegado, porque no lograba mostrar la capacidad que tenía por un asunto de carácter. Por suerte pasé esa valla, pude llamar la atención de los profesores, colegas, compañeros y empecé a desarrollarme como actor. Eso fue lo más difícil.



¿Qué recuerdos tienes en lo cotidiano de la facultad de teatro de esos tiempos? 


Me acuerdo que todo era muy hippie, muy espontáneo. Parecía como si la mayoría de los chiquillos hubiesen estado encerrados, porque cuando llegaban a la facultad  era una liberación que es difícil de explicar, sobre todo para uno que venía de provincia.

Bueno, había mucha marihuana, era sorprendente la cantidad. La escuela era un 80% "artesa" y uno que otro "new wave", especialmente los de diseño. El edificio era bastante viejo, luego del terremoto nos trasladaron a un lugar que no era apto para el teatro. Lo interesante era ver cómo los estudiantes nos ajustábamos al espacio que teníamos y trabajábamos en base a eso, por un lado era interesante esta escasez  que permitía desarrollar la creatividad. Pero no hay que dejar de mencionar que los recursos eran nulos. 

 

¿Era la escuela de teatro un mundo aparte dentro de la Universidad? 


La escuela de teatro siempre participó en las actividades de tipo políticas, había harto interés, en los eventos se pedía la participación de la escuela, íbamos y hacíamos "performances" y cosas así.


Me acuerdo que el gran logro de la escuela  fue una vez que hicimos un  "mitin", nos tomamos la escuela de teatro  en una gran protesta nacional y creo que ahí empezamos a llamar un poco más la atención, porque llegó un "paco" en moto a pedir que paráramos el asunto. No le hicimos caso y llegó el piquete de fuerzas especiales:  le sacaron la cresta a todos los que estaban en el primer piso, nosotros alcanzamos a arrancar. Era dantesco ver cómo les sacaban la cresta a todos los cabros. Creo que ese debe ser el momento en que más se notó la escuela de teatro en esos tiempos. 


En los 80, tu rol es estelar  




Si tuvieses que hacer un personaje que represente al "chileno", ¿qué características debiese tener para representar al "roto chileno" contemporáneo? 


Es difícil definirlo hoy, porque las características que lo configuraban, en su esplendor, eran otras. Entonces, para buscarlo habría que ir a los lugares emblemáticos como la Estación Central, en el sector de los comerciantes, los cargadores de la vega, los matarifes. En las poblaciones tal vez, ahí se pueda encontrar mucha estirpe de roto y de rota chilena. Creo que donde hayan cuecas bravas, ahí va haber rotos chilenos, los que estén ahí bailando y llevando la cueca chilena como estandarte, son rotos de este siglo.


Está también la rapidez para la talla, por otro lado un asunto de nobleza ciega y de palabra. Hay un sentimiento que no va con firma de por medio, sin papeleo: es palabra que se cumple. Eso para mí define bastante la imagen del "roto chileno". 



Los personajes que tu caracterizas, son representativos de la gran mayoría,  ¿pueden ser éstos un medio para que se vean reflejados? 

Aparte de las historias que se cuentan, es importante ver quiénes la cuentan, y es la misión de uno como actor tener un espejo lo más pulido posible en que la gente se pueda ver.  El actor nace y se hace en la experiencia, no sólo en el estudio que es el trabajo propio de la profesión. Vivir lo más posible es lo mejor para uno, para estar cultivado y ser un terreno fértil, así el personaje podrá germinar bien y entregar su máxima expresión para el público que lo está viendo. De alguna manera el pueblo, en su verdad me atrae muchísimo, más que las instituciones, más que lo establecido, la espontaneidad del pueblo es una cosa que no me deja de asombrar.

Y creo que mis personajes buscan representar eso: verdad e identidad. Son personajes que no tienen una explicación muy clara, leo el guión  y siento que ese personaje, lo puedo hacer, lo puedo representar, tengo material, como para poder darle vida. Por experiencia  de mi vida. Les aplico lo que  tengo, me enriquezco a través de estos personajes.

 

Daniel, vamos a tu personaje en la serie Los 80  Juan Herrera, como el chileno medio esforzado por sacar a su familia adelante. ¿Cómo ves al chileno medio 25 años después?

Lo que recuerdo de esa época es a la familia, como algo más unido, con una forma de vida más simple, sin tantas comodidades. La vida, creo yo, con la tecnología  en vez de simplificarse se complicó más. Echo de menos la vida de casa. Ahora se consigue todo fuera de ella, porque el chileno es un trabajólico. Ahora no hay tiempo, el chileno cada vez trabaja más y gana menos, todo es más rápido, en media hora hay que comer, te demoras más en el trayecto al trabajo que en el trabajo mismo. Es una esclavitud con salario que ahora se ha hecho mucho más intensa. 
 

Cuando se te presentó el proyecto de la serie Los 80 ¿pudiste de algún modo vislumbrar, la magnitud y lo fuerte que podía llegar a calar en la gente?  


Cuando terminamos de grabar esa comentada escena de "comida en la noche", ahí yo caché que la cosa pintaba para algo más que una serie común. Estábamos todos claros que los personajes y lo que se estaba contando era de peso. Aunque varias personas del canal no creían en la serie. Ahí nos dimos cuenta que la serie podía llegar a ser algo más que bueno. Después el rating confirmó el asunto. Había fe en el equipo.


En la entrega de los premios Altazor, dijiste que Los Simpson descansarían cuando volvieran Los 80,  ¿Qué piensas sobre la forma en cómo se deciden los contenidos en la TV abierta?

Al menos Canal 13 tiene una política que no comparto para nada: tienen en paralelo el programa con el people meter online. Es televisión de efecto, no estás sembrando nada. No se está generando ninguna política, es solamente rating bien y no rating, fuera. Puede ser cualquier cosa, lo que sea, con tal de que la gente esté pegada viendo. No logro entender esa política, es un asunto absolutamente de marketing. Los canales de televisión están guiados por gente que no hace televisión, sino que es gente que maneja números. 

 

Te ganaste el Altazor como mejor actor de televisión por tu rol de Juan Herrera, ese reconocimiento es un gran desafío pensando que la serie se va a seguir dando. ¿Cómo enfrentas eso y cómo valoraste el premio? 


Me siento como orgulloso, apeló a mi orgullo de actor. Es un premio que te entregan los colegas que están dentro del asunto, que saben lo que significa armar los personajes, que cachan los trucos y son un público difícil de convencer. Así  que a uno lo premien sus propios pares dice bastante. Pero el desafío mayor es con el público que quiere ver la serie, vivir las mismas emociones que vivió la primera temporada. Por suerte está bien, no puedo decir nada pero se viene buena. Volvemos en septiembre. 

 

Si te diéramos una cadena nacional con todos los canales, radios y prensa escrita a tu disposición esta noche. ¿Qué le dirías al país en un minuto? 

A mí me tiene muy afectado el tema de la destrucción del planeta porque tengo hijos y siento que les estamos hipotecando el futuro. Yo ya no me atrevería a hablar de nietos, no sé si nos da para nietos, así veo de grave el asunto. Estamos en una situación absurda: teniendo todos los ingredientes para poder cambiar nuestro futuro trágico, no lo hacemos. Yo creo que la culpa la tiene la ambición de los humanos, de los malos empresarios. Ésos son los grandes responsables que nos tienen como esclavos asalariados a todos nosotros (...) y ya pasó mi minuto. 
 

Afírmate, que no hay segunda sin tercera



Con tu grupo 3x7 veintiuna, han sacado dos discos  en los que principalmente se aborda la figura del roto chileno, inspirado en personajes  como la Violeta Parra o Nano Ñúñez. Sobre la cueca brava siento que se le canta a un "gran pasado que hubo" pero, ¿qué pasa con el contexto actual y su inclusión en la cueca brava?


Creo que estamos en un período de entender lo que fue la cueca brava, todavía no viene ese momento de explosión donde aparece la creación propia. Ese pasado nos sirve para mirarnos dónde estamos ahora.

El gran valor de la cueca es ser poesía espontánea, muchas cuecas estaban improvisadas, era la lira popular, el noticiario de la época. Nuestro grupo tiene como objetivo el rescate, no nos planteamos como creación propia. Muchos grupos jóvenes siento que están todavía entendiendo la cueca, el único material que existe como base fiable son los viejos cuequeros del siglo pasado. Entonces en eso están: escuchando, repitiendo, cantando esas cuecas, aprendiendo el estilo.




 

Gracias a la música has podido conocer e interactuar en distintos lugares y realidades de Chile. ¿Cuáles son las diferencias que has podido observar entre la gente de un lugar y otro? 


Darme cuenta que Santiago es otro país, es otra cosa. Y que Chile es otra cosa también. Que hay diversidad, que somos una cultura rica. Esto me apasiona y me entusiasma. Me he sorprendido en cada viaje que hacemos, en cada presentación nos han tocado personajes increíbles, un poco como folclore chileno del lugar. Llegan buscando ese sonido, ese espíritu, esa atmósfera.  Me encanta cantar cuecas, pero también me encanta cantárselas a alguien que vibra al igual que uno. Es apasionante, como para un actor hacer una obra de teatro. Lo que uno hace, lo hace con el público. El fenómeno de la actuación o del canto, es casi lo mismo: estás contando historias. Conectarse con eso es un fenómeno que viene desde los más recóndito de la naturaleza humana y, en palabras, es difícil de explicar.


¿Y qué dijo el otro?

Comida
La cazuela





Picá
El Colchaguino



Músico chileno que más admiras Nano Núñez



Música que estás escuchando ahora
M
arineras de grupos antiguos, me encantan







Película en que te hayas sentido más cómodo El Desquite




Barrio preferido
Mi barrio, Ñuñoa me gusta mucho




Trago
El pisco sour a la peruana, el vino solito, el jote, me gustan todos los arreglados




¿En caja o en botella?

En lo que venga



Daniel Muñoz
Alguien útil para la gente a la que dirijo mi trabajo. Trato de seleccionar bien lo que hago pensando justamente en entregar algo importante al público. Con la música es lo mismo: tratar de preservar algo que es nuestro patrimonio cultural y que debe ser  difundido, cultivado y exportado.